La tierra es plana

Hace tiempo me topé con un alumno que cuestionaba la corrección de un examen de literatura. Al indicarle que la nota correspondía a mi criterio como profesor, contestó que “esa es tu opinión” y que “yo creo que está bien, y mi opinión es tan válida como la tuya”. Esta falsa doble idea (primero: no todo el conocimiento es opinable, y segundo: no todas las opiniones son equiparables) no es sino un síntoma del antiintelectualismo que nos está invadiendo desde hace años.

Es un fenómeno muy curioso. Se produce por una parte de la población una especie de orgullo cateto, de elogio de la ignorancia. Y las consecuencias son múltiples. Por ejemplo, la desconfianza hacia los científicos, expertos e intelectuales en general ha provocado la proliferación de ideas conspiranoicas por parte de ciudadanos convencidos de que la comunidad científica nos oculta la realidad de las cosas por oscuros intereses. Las teorías serían para troncharse de la risa si no fuera algo tan triste: la Tierra es plana, los aviones nos fumigan, los gobiernos controlan el tiempo atmosférico. La pandemia del covid-19 ha sido un gran abono para estas teorías. El virus no existe, sí que existe pero no mata, solo mata a los ancianos, las vacunas sí que matan… Es un no parar lamentable.

Lo que más me llama la atención es que todos estos negacionistas solo lo son de determinados ámbitos. Se desconfía de las vacunas, de los médicos, de los biólogos, de los astrofísicos, de los historiadores. Pero nadie desconfía de los fontaneros, o de los mecánicos. Si el del taller dice que tienes que cambiar la caja de cambios, nadie le dice “esa será tu opinión”. Todos confiamos en ellos a pies juntillas. ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando un médico nos dice que debemos vacunarnos? ¿Por qué unos expertos lo son sin discusión, pero cualquiera parece poder discutirle a un especialista en virus, o a un experto en historia de las lenguas?

Las causas, como siempre, son múltiples. Los medios de comunicación han contribuido en muchas ocasiones a dar voz y púlpito a descerebrados, enfrentándolos a su vez con científicos (lo que equivale, de cara a la audiencia, a equipararlos). Muchas personas, además, confunden conceptos. La libertad de expresión de la que disfrutamos en democracia permite que cualquiera pueda manifestar sus opiniones sin problema. Pero eso no significa que todas las opiniones sean igual de respetables. No, amigo, si un epidemiólogo te dice que debemos usar mascarilla y tú no estás de acuerdo, no estáis en igualdad de condiciones. Tu ignorancia no vale lo mismo que su conocimiento.

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