Los ‘de cristal’ no vamos al cine

“Vuelve el cine Sénior”. Así lo comunicaba este martes Ernest Urtasun, actual ministro de Cultura en España. Lanzaba este mensaje para anunciar una novedad en el precio de las entradas: aquellos que en 2024 tengan 65 años o más podrán acudir al cine por tan solo 2 euros los martes. Celebraba esta nueva edición del ‘cine sénior’ alegando que los anteriores resultados fueron excelentes. Pero mientras estas personas, mayores de 65 años, con una pensión y, seguramente, con una o varias propiedades a su nombre, pueden disfrutar del cine por 2 euros, los jóvenes seguimos siendo ‘los de la generación de cristal’. Somos nosotros los que nos quejamos de todo y no trabajamos nada, no como antes, qué tiempos aquellos. A los que nos cuesta unos 7 euros disfrutar de una película en la gran pantalla, y si te puedes permitir el lujo de acompañarlo con palomitas, llegas a los 10, resulta que somos los que no damos apoyo a la cultura. Nos limitamos a las pantallas, a las fiestas que se nos van de las manos y a no sembrar esperanza para el futuro del país. Y toda esta gente también es la que cobra el Salario Mínimo Interprofesional, la mitad del cual se va en un alquiler y gran parte de la otra en comprar comida para subsistir. Pero las ayudas van para los otros, para los que ya lo tienen todo hecho, para los que no tienen que hacer malabares para llegar a fin de mes, y encima ahora tendrán el placer de ir al cine semanalmente. No, señores ministros, esas ayudas no construyen una sociedad mejor, ni facilitan la calidad de vida a nadie. Lo que la ‘generación de cristal’ queremos es que ese aumento del 20% del presupuesto respecto a la primera edición, se destine a otras causas necesarias, como, por ejemplo, una mayor inversión en la atención a la salud mental en el sistema público, para que parte de ese SMI no se nos vaya ni en la consulta del psicólogo ni en la adquisición de benzodiacepinas ni ansiolíticos. Mayores esfuerzos también en el control del precio de los alquileres, para que esa generación que todavía vive con sus padres pueda decidir libremente si quiere independizarse o no. Y, por supuesto, mayores inversiones para fomentar la cultura, tan necesaria, entre nosotros, los jóvenes. Os aseguro que si la cultura nos fuera tan accesible, disminuirían las fiestas descontroladas, las adicciones a las pantallas y el camino hasta llegar a fin de mes, sería, por lo menos, algo más amable.

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