Triunfo de autor

Nadie discute que Vicente Parras es el artífice de este Deportivo que nos llena de admiración cada semana que pasa. Sin embargo, no siempre fue así y su nombramiento como técnico fue acogido a regañadientes y algo de rechazo. Un sector muy amplio de la afición quiso que David Porras fuera el elegido y su descarte vino a incrementar el distanciamiento que ya de por sí era mayúsculo tras la desilusión del descenso y todo lo que rodeó a las dos últimas temporadas del equipo.

Tampoco ayudó que en su llegada se le vinculara al entorno de Hita, lo que vino a añadir más inquina a su designación. Hubo más de uno que estuvo afilando las uñas durante semanas a la espera de ese batacazo que nunca acabó llegando. Fueron pasando las jornadas y aquel Alcoyano por el que pocos daban un duro, con una plantilla cargada de años y jugadores de casa sin demasiada experiencia, fue cogiéndole gusto al liderato. Mientras que al resto de rivales les costaba arrancar, el Deportivo cogía velocidad de crucero e iba incrementando su diferencia con respecto al grupo perseguidor.

Tres puntos parecía una barbaridad, luego cinco, siete, nueve, diez y lleva varias jornadas en la que la diferencia es de 11 puntos con respecto al segundo. Pero es que el quinto está a dieciocho puntos y aún quedan tres meses y medio de competición. Sin ‘vacas sagradas’ como Juli, Óscar Díaz, Devesa o Pablo Carbonell es capaz de ganar en Sagunto y ridiculizar en la segunda parte al Atzeneta de David Albelda. Más de un jugador ‘taronja’ le costaría conciliar el sueño la noche del domingo después de la lección futbolista a la que le sometió el Deportivo en la segunda parte.

Y el Atzeneta no es un cualquiera en este grupo, por mucho que su mediático entrenador trató de suavizar la derrota al final del encuentro, que de haber ganado se hubiera embolsado una suculenta prima. Pero vuelvo al principio, al nombre de Vicente Parras, quien a base de trabajo, de ser el primero en ponerse delante para tirar del carro, ha hecho cambiar de opinión a todos los escépticos, que ya no le ven como alguien sospechoso sino como el entrenador que ha conseguido que la afición vuelva a creer en el equipo.

El domingo hizo del partido del domingo un tablero de ajedrez, convirtió a un equipo que se fue acomodado al descanso en una manada de lobos hambrientos en el inicio de la segunda parte. Nadie se escondió, todos aportaron. Pau Franch, que fue el bigoleador de la tarde, se fue exhausto a quince minutos del final. Igual pasó con Acevedo.

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