De pitos, de himnos y de reyes

Ysaltó la escandalera. Últimamente el ruedo ibérico está que lo peta.
Miles de cofrades furibundos pitando en un estadio de fútbol tampoco es que sea excesivamente novedoso, lo que pasa es que la peña, en el caso que nos ocupa, no pitaba al mocetón de negro y el silbato, que viene a ser el payaso de las bofetadas habitual sobre el que recaen las iras y las frustraciones del respetable, sino que abucheaban a un himno y a un rey.

No deja de ser descacharrante que en la final de la copa del rey de España se pite al rey de España y al himno de España. Algo así como si en la final (si es que la hubiere) de la caza del zorro en Inglaterra se pitara a la reina de Inglaterra, al príncipe de Gales, al God save the queen, a todos los hijos de la pérfida Albión y al zorro que, con la lengua fuera, está en trance de pasar a mejor vida. ¡Coño! ¿Para qué os apuntáis a matar zorros en Inglaterra?

Ahora vienen las rasgaduras de vestimentas y las discusiones bizantinas. El asunto no saben si dejarlo en reacción violenta, gamberrada multidisciplinar, ofensa sin paliativos, punible masacre al decoro, delito de lesa humanidad o derecho a la libertad de expresión. Y llevan días estudiando la posibilidad de empurar al club, a la federación de fútbol, al del utillaje, al camillero y a un señor de marrón que pasaba por allí.

Hay que reconocer que el himno patrio tampoco es que sea un florilegio, ni que tenga por virtud incendiar las papilas gustativas del alma. Al parecer fue compuesto por Federico II de Prusia y convertido en himno nacional español en el siglo XVIII. La segunda república lo sustituyó por el Himno de Riego y el generalote Franco volvió a ponerlo a la cabeza de la lista de los cuarenta principales durante la asonada. Y de la asonada hasta nuestros días.

Verán: yo sé que este aserto no me granjeará precisamente grandes amistades porque parece que esté justificando una descomunal falta de educación pero, si reparamos en que el himno en cuestión ha sobrevivido a un montón de turbulencias, a una guerra civil, si era la banda sonora del Nodo, ese desgarro en blanco y negro con sabor a pipas rancias, si era la cara oculta de la luna de un sátrapa, si cabalgó por encima de caballones de tumbas, si amenizó tapias de cementerio y desfiles de militarotes nada pacifistas lo extraño sería que se le recibiera rompiéndose uno las manos. Y si lo cambiáramos por una pegadiza tonada de George Dann. Es una idea.

Según se dice, el músico rey, Federico II, era un tipo inquieto y protector de grandes compositores, Mozart y Beethoven entre otros. Podían habernos regalado un apuntillo de cualquiera de ellos y al menos ahora tendríamos un himno de puta madre.

En lo que hace al rey, hay que reconocer que aguantó el chaparrón estoicamente, con cierta dignidad. Eso de trabajar de rey, aunque no legitimado en las urnas (otra vez haciendo amigos) debe ayudar mucho a la hora de aguantar situaciones comprometidas que a cualquier mortal nos haría meter debajo de la cama a llorar y a sudar frio. Pítame y llámame rey. Lo de Mas fue una bofonada de cínico profesional que no merece mayores comentarios.

En fin, para terminar, creo que se le está dando demasiada importancia al asunto. Falta de educación multitudinaria, sin duda, pero estarán conmigo en que para falta de educación, falta grave de educación, la de los educadísimos gobernantes, patriotas y respetuosos con los símbolos, que llevan demasiados años devastando el país, convirtiéndolo en un erial y en covachuela de ladrones.

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