El hombre que me marcó

En alguna ocasión me han preguntado, después de 40 años de profesión, por cuál ha sido el personaje que más me ha impactado de los que he entrevistado. Y siempre he contestado que fue un hombre sencillo, amable, pero vigoroso en sus creencias que, a regañadientes, en el comedor de su casa de la Carretera del Molinar, me contó su amarga historia como superviviente de un campo de concentración nazi.

Fue en abril de 1985, hace ya 29 años, cuando circunstancialmente conocí de su existencia e intenté que nos contara su historia. Nunca la había contado en público, solo en círculos íntimos y familiares. Tenía ya 66 años y se acababa de jubilar. Le preocupaba que contar su historia en el periódico se malinterpretara o alguien quisiera ver revanchismo en su actitud. Fue difícil convencerlo y tras varios intentos un día accedió con decisión. ¿Por qué? Se había encontrado por la calle a un joven que llevaba en un colgante la cruz gamada nazi. Y se horrorizó. Temía que los jóvenes, llevados por modas y estilos, lucieran aquellos símbolos de horror ajenos a lo que habían significado. Y así fue como por primera vez, a los 66 años de edad, Paco Aura Boronat decidió salir de su anonimato y contar todo lo que había vivido. Su testimonio, amargo pero buscando como único objetivo sensibilizar a la gente para que no ocurriera de nuevo tal locura, comenzó a ser requerido por todas partes. De las páginas del periódico de su pueblo saltó a programas de televisión, emisoras de radio, documentales, colegios, charlas en universidades… No sé cuantas veces en estos 29 años habrá contado su historia, pero aún hoy sigue haciéndolo con la serenidad y la paz interior que le han definido siempre. Su mirada de hombre bueno, sus gestos sin ira, su gran pasión por la vida y por la libertad de los hombres y mujeres, siguen marcándome.

El domingo, ante el puente que ya lleva su nombre, asistiré, seguro, a un nuevo acto de amor del senyo Paco: su amor por la vida, la paz y la libertad. Gracias, una vez más, senyo Paco.