Lección de eficiencia

En tiempos en los que la información corre a la velocidad de la luz, en la de internet, el correo electrónico, el Facebook, Twitter, Instagram y todo eso que ustedes ya conocen. En esa era de la comunicación, en la que los contactos del whatssap son capaces de bombardearte con un mismo chiste catorce veces en una mañana; en la que un tuit puede dar la vuelta al mundo en unos segundos; en la que la gente te da los buenos días a través del smartphone, te informa de si se ha tomado un café, te manda la foto de lo que está comiendo, te comunica dónde ha ido, con quién está y hasta en qué momento se marcha a la cama. En esos tiempos, digo, en los que hasta las administraciones han incorporado la transparencia a su ADN y han creado concejalías y consellerias destinadas a informar de hasta la talla del calzado del conserje de turno, que se ha de saber, porque cobra un dinero público. Pues en ese tiempo que a ustedes y a un servidor nos ha tocado vivir, hay casos como el de las incidencias de la Policía Local que el Ayuntamiento de Alcoy facilita según el aire que corra o dependiendo del turno del encargado de darle a la tecla. Hacía referencia a ello el director de este periódico el sábado en su sección de la última página. Y no es una excepción, lo de la transparencia algunos lo han entendido al revés y se han vuelto tan transparentes que no se les ve. Vamos, que parece que no existen y que lo de informar al ciudadano les tiene sin cuidado.

El Servicio Valenciano de Empleo (SERVEF) y por ende la Generalitat Valenciana no ha sido capaz de dar a conocer en su página web los datos del paro del mes de agosto. El desempleo debe de haber dejado de ser importante. Eso sí, se informa que por problemas ajenos al departamento no se puede facilitar la información. ¡35 días después! Hubo tiempos en los que no había ni internet, ni wifi, ni whatssaps, ni fibras ópticas, ni todos los avances tecnológicos que ustedes pueden imaginar en los que los datos de todos y cada uno de los municipios de estas comarcas llegaban el día 1 de cada mes a la redacción a primera hora de la mañana. Los mandaba, religiosamente, vía fax, un empleado del SERVEF que ya está felizmente jubilado y que seguramente nunca oyó hablar de transparencia, pero que podría dar lecciones de eficiencia a más de uno.

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