Roberto Botella, el padre del judo alcoyano

Si hubiera que poner cara al 50 Aniversario del Judo Club Alcoi, nadie que mejor para resumir su densa trayectoria que la figura de su presidente y alma mater, Roberto Botella, primero alumno, más tarde competidor, también árbitro y luego cerró el círculo como organizador y docente, la faceta por la que es más conocido, sin olvidar que es su presidente desde 1978.

Es como si las vidas de Roberto Botella y el club que dirige desde hace casi cuatro décadas estaban predestinadas a cruzarse desde prácticamente sus inicios. Siendo aún adolescente, con apenas 14 años, su afán por encontrar una actividad que fuera más allá de los convencionalismos de la época, le llevó hasta un incipiente deporte que apenas un año antes comenzaba a practicarse en nuestra ciudad. Antonio Morillo, militar del desaparecido destacamento Vizcaya 21, había empezado a impartir clases en La Mistera, lo que es actualmente la iglesia de Santa Rosa, en un local sin apenas condiciones en el que había que llevar calcetines por el frío y no podías ducharte al acabar la clase.

–¿Cómo empiezas en el judo?

–Como la mayoría de niños de la época, jugaba al fútbol. Sin embargo, era un chaval muy inquieto al que le gustaba mucho la actividad deportiva. Hacía también saltos de trampolín pero a mí lo que me llamaba la atención era la gimnasia. Recuerdo que el Sargento Navarrete, compañero de Morillo, daba clases de judo en Sant Roc. Un día junto a otros dos amigos, Fede Jordá y Carlos Barber, nos presentamos en los locales de Educación y Descanso en San Vicente. Allí nos encontramos que Jareño estaba haciendo boxeo y Faraón levantando pesas, pero nos llamó la atención que en judo había un entrenador que marcaba las pautas y empezamos a probar.

–De aquella etapa inicial, primero como alumno y luego como deportista, pasas a un segundo nivel, y pruebas competir.

–Siempre he dicho que todos los que compiten son buenos competidores, independientemente de los resultados que obtengan. Una vez que empiezas y te gusta, comienzas a profundizar, a buscar una evolución. Tendría sobre 17 años y estuve hasta que me fuí a la mili. Era duro porque entonces había que competir hasta para obtener el cinturón negro. Yo a lo máximo que llegué fue a ser campeón regional de la Federación Sureste, que entonces englobaba a la Comunidad Valenciana, Murcia y Albacete. Mi mayor orgullo fue que pasada la treintena, donde muchos hace tiempo ya han dejado la competición, yo me mantuve en activo y seguí hasta los 35 años.

–¿Ha cambiado mucho el judo en estas cinco décadas?

–En lo que se refiere a su esencia, a los fundamentos con los cuales fue creado, siguen siendo los mismos. Hay que tener en cuenta que el judo es un deporte relativamente moderno con apenas un centenar y pico de años. Sin embargo, dónde sí han cambiado mucho las cosas es a nivel de reglamento, ha evolucionado hacia un judo más comprensible y dinámico a nivel competitivo.

–¿Cuándo asumes la gestión del judo local?

–Después de los locales de Educación y Descanso pasamos al polideportivo, compartiendo instalación con la gimnasia que por aquel entonces dirigía Octavio Fuentes padre, pero el local quedaba lejos de la población y se hacía complicado trabajar con la base. Decidimos comenzar a buscar una nueva ubicación dentro de la población y encontramos el local de la calle Oliver, en una zona que por entonces era de crecimiento de la ciudad. Quedamos Carlos Barber y yo del grupo que empezamos juntos y al final decidí dar el paso. Era 1978 y desde un primer momento tuve claro que si quería tirar hacia adelante, había que trabajar de una manera muy seria. Al principio fue complicado pero tengo que agradecer la colaboración de los distintos equipos trabajo que me han estado ayudado en todos estos años. Un momento importante fue la incorporación de José Carlos Ponsoda como director técnico, tanto en la puesta en marcha de nuevos proyectos como en su posterior desarrollo.

–Si hablamos de cifras, ¿se podría indicar un determinado número de alumnos que han pasado por el club en estas casi cuatro décadas?

–Con exactitud es complicado, seguramente si dijera más de 2.000 no me equivocaría, puesto que en la base de datos que tenemos en el club desde que todo está informatizado, hay registrados sobre 1.300. El otro día, hablando con el alcalde, me comentó que había sido alumno mío y desconocía el dato. Son muchos los que vienen y luego llevan a sus hijos. Hay familias en las que el abuelo, el hijo y el nieto han pasado por el club.

–Si algo ha distinguido al Judo Club en todos estos años ha sido su interés por formar personas antes que deportistas.

–No quiere decir que no nos interese la competición, porque hemos tenido y seguimos teniendo buenos competidores, pero desde el primer día la base de nuestro proyecto es la formación a través del judo. Fuimos uno de los primeros deportes, cuando aún no estaban los Jocs Esportius, en celebrar una competición escolar interna. Además de los alumnos del club, dábamos clases en cinco colegios (La Salle, Salesianos San Vicente, El Romeral, Sant Roc y Carmelitas), que nos permitía organizar lo que se llamaba el Ránking Local de Judo.

–¿Imagino que habrán sido años de lucha constante contra deportes mediáticamente más potentes y cercanos al niño?

–Está claro que a nivel mediatico, otros deportes nos eclipsan, pero ante ello no nos quedaba otra que trabajar más y mejor. La UNESCO tiene al judo como uno de los deportes más aconsejables para la juventud. Tener que depender de un compañero para seguir evolucionando imprime una serie de valores que lo hacen diferente y muy atractivo para quien comienza a practicarlo. Aún así, estamos muy lejos de países como Francia, donde el judo es el deporte individual más practicado. Nos llevan veinte años de ventaja, entre otras cosas porque fue el país que acogió a uno de los creadores del judo cuando vino a Europa. El fútbol no es el que más vende, y eso se nota. Está muy integrado en las escuelas, de hecho hay poblaciones que tienen lo que ellos llaman la Maison del Judo, que son instalaciones exclusivas para practicar judo.

–Pensando más allá de ese 50 Aniversario cuyo acto de clausura se celebra el próximo sábado en la Sala Ágora, ¿qué futuro le auguras al judo local?

–Hay tanta diversidad que es incierto. El Proyecto 2000, creado en 2005 porque hasta ese momento no trabajábamos con niños de 5 años, supuso un importante impulso. En una década habrán pasado más de 200 chavales, una base muy amplia para luego ir estrechándose la pirámide, unos porque deciden practicar otra cosa, otros acaban dejando el deporte y los que menos optan por quedarse. Actualmente tenemos un grupo muy interesante, algunos como son los casos de Gaizka Porras, Adrián Sanchis y Joan Ribera, con un porvenir a tener en cuenta si siguen por el camino actual de disciplina y entrenamiento.

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