En recuerdo del trovador

Viajando por diferentes ciudades debido a mi trabajo de comercial, voy escuchando la radio y el otro día escuchaba Il Trovatore, magnífica ópera, con música de Giuseppe Verdi y con el libreto de Salvatore Cammarano, y reconozco que de este último señor no había oído hablar nunca. No soy un experto en ópera, pero sí es una pieza que me gusta, si la escucho. Esta obra, en particular, forma parte de la trilogía romántica, junto a Rigoletto y la Traviatta. Trabajos que uno, aunque no entienda, debe escucharlos.

Y vino a mi mente el que fue mi suegro y amado hermano de una misma fe y como hijos de un Dios que amamos, obedecemos y damos gloria, Don Adolfo de Silva, que ya hace un año que está en la presencia del Señor. Aquel trovador que durante años nos escribía historias y opiniones de amor, política, debates, sucesos, al fin y al cabo visiones del mundo.

Desde su máquina de escribir y luego el ordenador, cantaba al pueblo que lo adoptó; anunciando siempre la buena nueva de que Jesucristo vino al mundo para salvación de todos aquellos que en Él crean. Y tengo que reconocer que sin mi suegro pretenderlo, ni yo saberlo, fue mi mentor. Son algunas las ocasiones que tomo ideas, frases, textos de su libro Opiniones, para escribirlos con sumo gozo cada mes.
Y es tremendo como, a pesar del paso del tiempo, continuamos equivocándonos y haciendo cosas que sabemos que están mal.
Continúan esos programas de televisión en la que los “invitados” van a contar cosas sin el menor pudor, como las infidelidades de su esposa o esposo; de cómo se han maltratado en su convivencia o a ser insultados, como es casi obligatorio en estos programas de máxima audiencia. ¿Y el léxico que se emplea? Parece que el lenguaje llano, el del pueblo, forzosamente tenga que ser adornado con tacos y palabrotas para enfatizar aquello que se está exponiendo o incluso para halagar al interlocutor.

Y ya no quiero ni pensar en aquellos programas que salen desnudos, sin más poca pretensión que tener relaciones sexuales. Continúan los “sin”. Sin papeles, sin techo, sin trabajo… Se continúa aprovechando fiestas religiosas para celebrarlo con borracheras y todo tipo de drogas, sexo y consecuentes peleas y actos vandálicos. Lo hemos podido ver en las noticias, no hace mucho en la noche de San Juan, y que seguramente, por desgracia, lo veremos en las fiestas de San Fermín, así como en muchas fiestas típicas del verano. Y aunque yo no participe ni comparta, por razones obvias, al ser Evangélico Bautista, sí que siento pena y dolor al ver como una fiesta que debería ser de alegría, pero de mucho respeto y fe, se convierten en orgías, en demasiados casos.

Pasan los años, y el trovador podría estar contando las mismas historias. No perdamos la esperanza , el mundo se puede cambiar, y debemos empezar cambiando nosotros primero. Y la mejor manera para hacerlo es sabiamente y con inteligencia, que de ambas cosas estamos todos muy necesitados, y acabo con los versículos del libro de proverbios.

“Dichoso el que halla sabiduría, el que obtiene inteligencia; porque son más provechosas que la plata y rinden mayores beneficios que el oro. La sabiduría vale más que las piedras preciosas; ¡ni aún las cosas más deseables se les puede comparar!

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