Este curso promete

Si se ha topado en las últimas horas con alguien con un perfecto bronceado, con mala cara, que caminaba arrastrando los pies, con la mirada perdida y jurando en arameo por lo bajini, no se preocupe. Es uno de los muchos afectados por el virus del síndrome postvacacional. Lo que toda la vida hemos conocido como la mala leche con la que uno vuelve al trabajo. No es mortífero, pero sienta rematadamente mal. Se lo aseguro. Puede que hayan cambiado el modo de definirlo, pero en el fondo los síntomas son los mismos. Es como una gastroenteritis, gripe y ataque de hemorroides a la vez, pero sin fortasec, antibioticos y hemoal que lo alivie. Así es que, paciencia y que pase lo más rápido posible.

Así es como vamos a estar deseando que transcurran los próximos meses. Unos más que otros, por supuesto. Mañana empieza el curso y algunos ya querrían estar en junio para disfrutar, de nuevo, de las vacaciones. Yo también. Otro curso que empieza es el político, que terminará con unas elecciones que como las pruebas de selectividad para los estudiantes, marcará el futuro de muchos de ellos. Algunos no obtendrán la nota esperada –entiéndase votos– y se quedarán sin esa carrera que anhelaban. Habrá que aplicarse.

A partir de hoy, en el caso de que no hayan empezado meses atrás, se pondrán en marcha los contubernios judeomasónicos que van de dirimir quién sí y quién no irá en las listas, quién las encabezará y todas esas cosas que requieren del consumo de grandes dosis de tila y valeriana y de una mano izquierda que pocos saben manejar. Todo ello vendrá y dará que hablar, conjugado y mezclado con una actividad municipal en la que el bipartito tratará de evitar pisar los charcos, sacará conejos de la chistera, pondrá papel de celofán a su gestión, lanzará fuegos artificiales y tratará de disimular que han transcurrido casi cuatro años y que buena parte de ellos se los han pasado enmarañados en disputas absurdas y tratando de borrar y resolver descabellados proyectos del pasado, que siguen si tener solución ni culpables que hayan pagado por ello. Es lo que tiene gobernar en minoría y sin un euro para gastar. Y por si faltaba algo, en octubre la Associació de Sant Jordi debe elegir presidente, en un clima que nada tiene que ver con la hermandad y fraternidad festera. Este curso promete.

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