Quizá ahora las cosas cambien

Llevan los expertos en fenómenos paranormales y encajes de bolillos tratando de averiguar qué pasa entre estas montañas en las que un día se asentaron nuestros antepasados y en las que, sin temor a equivocarse, pasan las cosas más raras del mundo mundial. Y no es fácil, porque aquí desde tiempos remotos se saben de cosas a las que no se halla explicación, tantas que nadie se lleve las manos a la cabeza si algún día al concejal de turismo de turno se le ocurre plantear en un pleno la apertura del Museo de las Cosas sin Sentido y logra el voto unánime de los 25 concejales. Vistos los antecedentes, el hecho resulta harto improbable, pero tampoco es que tengan sentido algunos acuerdos que se adoptan. Y no pasa nada.

Fuentes próximas a los investigadores que tratan de encontrarle explicación a las cosas que aquí pasan y al mismo tiempo a las que no pasan y tendrían que ocurrir, aseguran que han tenido que ser atendidos en urgencias tras saber de la denuncia que se ha presentado en los juzgados por ponerse en práctica el primer proceso de peatonalización de un Centro Histórico en el que no se ha cortado el tráfico. Tampoco es que encuentren explicación al gobierno bipartito, que se muestra firme como una roca pese al manifiesto desacuerdo de PSOE y EU en los temas más significativos. Nadie se explica tampoco, cómo los concejales no adscritos aseguran ser de la oposición y se preguntan los sesudos investigadores qué extraña alineación planetaria se dio en la primavera de 1999 para que el entonces alcalde Josep Sanus propusiese y nombrase a Federico Trillo Hijo Adoptivo de la ciudad. Dicen no encontrar relación entre la celebración del Carnaval en Cuaresma y la inexplicable lentitud en la redacción del nuevo PGOU. Ambas cosas no parecen normales. Tampoco la organización de un Congreso sobre el ‘Eixos Industrials a l’Arc Mediterrani’ sin acuerdo, compromiso o inversión alguna para una reindustrialización que todos aplauden y reclaman. Quizá las cosas ahora cambien. Quizá algún día descifremos los plomos de La Serreta. O no.

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