Soy una punk

Bueno, vale, quizá es un poco exagerado y el título es para enganchar. Me imagino a todos los que me conocen con la boca abierta. Pues ya podéis cerrarla, es una verdad a medias.

Si utilizo imperdibles, es para que el escote no se abra más de la cuenta y lo de las tachuelas es culpa de la moda, que el año pasado nos las metió hasta en la sopa. Fíjate, ¡la estética punk en boga! cuando una de sus doctrinas es despreciar la moda, jajajja, ¿qué pensarán “Los Ramones”, esa banda de punk rock que, por cierto, siempre ha vendido más camisetas que discos?

Sin embargo este movimiento contracultural, me refiero al punk, tiene como principal filosofía el “Do it yourself”, más conocido por sus siglas DIY, que significa “Hazlo tú mismo”. Ahí es dónde me considero bastante “punk”. Claro, que para punk, punk, los abuelos de antes. Ellos sí que lo hacían todo por sí mismos, porque la mayoría de los productos suspicaces de ser manufacturados, los “manufacturaban” con sus propias manitas. Tenían una norma, la de no tirar nada y aprovecharlo todo.

Con los “tambores” de Colón hacían fantásticos contenedores, ya que eran como baúles alargados, donde meter en perfecto desorden todas aquellas cosas que eran susceptibles de tener más usos. A saber, rollos de cuerda por si hacía falta ampliar el tendedero (que montaban ellos con alcayatas atornilladas a la pared de la terraza), tablitas de madera para solucionar problemas de muebles “cojos”, periódicos viejos para la limpieza de cristales, y para formar un pasillo desde la puerta hasta la cocina los días de lluvia. Tornillos, muchos, cualquier tornillo que se encontraran, daba igual si era en la propia casa o de paseo por la calle, un tornillo siempre se guardaba “por si acaso”. El mismo “tambor” de Colón tenía otro uso más “chic”, con un pequeño tablero redondo encima y unas faldas camilla, con su fleco en el bajo, cubriéndolo todo, se convertía en una mesita rinconera a la que solo le faltaba una lámpara y quizá un cenicero para crear ambiente en un rincón del salón. Claro, esto sucedía en las casas que disponían de salón, por eso mis abuelos utilizaban los botes como baúles. Y quien dice los tambores, dice las cajas de zapatos, que contenían los recuerdos de toda una vida, en forma de fotografías. Las de galletas de té, que solían estar llenas de botones e hilos…

La mayoría de nosotros no, nosotros vamos a Murcia a comprar contenedores de todos los tamaños, nos gastamos una pasta en gasolina más la comida, cargamos con multitud de chorradas que no nos hacen falta y que acaban en los contenedores que acabamos de comprar y, como los montamos nosotros mismos, nos creemos McGiver.
Pero actualmente, hay un resurgimiento, una verdadera moda con esto del DIY que se pueden llamar de varias formas. Por ejemplo, si eres modernillo y concienciado con el medioambiente, entonces tú reciclas. Si eres modernillo y presumido, entonces te va el estilo “vintage”. Pero si no eres nada de lo anterior y estás viviendo la crisis como “casi” todo hijo de vecino, entonces te va el “reciclaje-vintage”, que no es ni más ni menos que reutilizar las cosas viejas con mayor o menor fortuna.

La cosa es que seas como seas, en los últimos tiempos no queda otra, hay que aprovechar un poco más lo que ya tenemos antes de cambiarlo.

Eso de apartar un teléfono móvil, porque sale un modelo nuevo se está acabando, a medida que se acaban los recursos económicos de las familias. Por cierto, nos manejan como quieren, ¡mal que nos pese! Los primeros móviles eran tan grandes que les llamábamos “ladrillos”, empezamos a cambiarlos por otros cada vez más pequeños, para llegado el punto álgido de la miniatura hecha teléfono, volver a beber los vientos por teléfonos que ya no caben en los bolsillos. Somos tontos. Menos mal que ahora me coincide el tener un móvil grande, con la presbicia y la falta de alegría en el monedero. Quien no se contenta…

Nuestros abuelos reciclaban, y aprovechaban, y no tiraban, porque vivieron una posguerra que les hizo precavidos. Por falta de recursos hacían en casa prácticamente todo lo que necesitaban y ahora, nosotros estamos viviendo una guerra económica, de ahí los miles de blogs que se encuentran en la red con ideas para “hacerlos nosotros mismos”, pero además, falta muy poco, si no nada,, para que reciclemos hasta las barajas de cartas. Sí, sí, eso de escribir encima del nueve de espadas “sota de bastos”.

Así que, cada vez soy más punk, he vuelto a coser las orillas de los pantalones, hago mis propios dulces navideños y pinto el pasillo de casa cuando hace falta. Lo siento por los profesionales a los que acudía antes para comprar o que hicieran por mí pequeños trabajos.
Todo gracias a los políticos, de todos los signos, de todos los colores. Demasiados políticos, demasiada gente echando mano a la caja. Y los que no se han “ensuciado” ¿qué están haciendo? Siempre he creído que los políticos están para representarnos, pues bien, yo les descargo de semejante obligación. A mí ya no me representan. Ya no me vale lo de “más vale malo conocido…” Espero un milagro, una epifanía en la que se nos revele algo nuevo, algo fresco, algo que nos haga volver a tener ilusión y esperanza.

Quiero volver a ser lo que era, porque a mí lo que me gusta es el rock.

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