Tira de la manta

España produce canallas, delincuentes, demagogos y cobardes en relación desproporcionada a su población. (Reinaldo Arenas).

Ahora parece que sí, que va en serio lo del frío. Lo sé porque finalmente he guardado las camisetas de tirantes sin remordimientos. Lo sé también, porque lo de salir “a cuerpo” ya no lo hace ni mi hijo mayor, que es el más caluroso de la familia, y sobre todo lo sé porque, –a regañadientes, naturalmente– mi marido ha puesto la calefacción.
Ha llegado pues el momento de inaugurar el invierno oficialmente. Que me da lo mismo que sea otoño, ¿hace frío? …¡pues ya está! Se sacan las mantitas para ver la tele en el sofá, se cambian las zapatillas de estar por casa, por otras afelpadas. Por cierto, ¿cuándo pasó de moda la palabra “pantufla”? Me da algo de rabia tener que emplear cinco palabras para nombrar algo que tiene sustantivo propio. Supongo que se debe a la variedad de zapatillas que existen: de fútbol, futbito, trecking, runnig, de rizo para salir de la ducha… Antes había pantuflas, que eran el complemento natural de la bata y el pijama, y luego zapatillas, que era lo que las madres usaban como método educativo. Lo demás eran bambas o tenis y pare usted de contar.

La elección de las zapatillas no se debe hacer a la ligera, no. Es un tema serio que requiere de su tiempo de reflexión antes de comprarlas. Uno debe conocerse mucho antes de decidirse por este o aquel otro modelo. Pasaré por alto el diseño porque no soy “bloguera de moda” y porque las más chulas son las que cada cual elige, no las que te diga Paula Echevarría o Vicky Martín Berrocal. Sin embargo, sí deberemos preguntarnos y contestarnos lo siguiente, ¿Me gusta plantificar los pies encima de la mesilla de centro? Si es así, hay que elegir una zapatilla tipo babucha, sin talón, que resulte cómoda de descalzar. Si somos de los que se nos escapa el calor por los pies, escogeremos una zapatilla que nos cubra bien, si puede ser botita… ¡mucho mejor! Y ya, si tienen por dentro forro polar, es de no ver la hora de volver a casa corriendo.

Me entenderán aquellos que sufran de pies fríos.

Ni reflexología, ni acupuntura, ni baños alternos de frío y calor, nada es tan efectivo para calentar los pies, como unas buenas zapatillas, eso antes de acostarse, porque una vez en la cama, lo que procede es arrimarle los pies a la pareja. Claro, que existe el riesgo de que la pareja se moleste, pero ¡qué narices, la vida es un riesgo continuo!
Puede ocurrir que en ese intercambio de opiniones:

– Déjame un poquito…

– ¡Ni de coña, si parece que estés muerta!

Y algún que otro rifirrafe sin importancia, la ropa de cama se desplace un poco, por lo que seguidamente, se produce una pequeña lucha de poder para conseguir que tu trozo de manta sea mayor que la de aquel que te deja con los pies helados, y ahí puedo asegurar que lo del sexo débil es pura leyenda. Supongo que muchos lo habrán comprobado en sus propias carnes ateridas a mitad de noche.

La llegada del frío, despierta además el instinto de protección hacia los hijos, un instinto que ha estado aletargado durante los meses de bonanza climática y que los chicos llaman “coñazo de madre”. Tú como madre, no quieres, pero las palabras salen de ti sin que puedas hacer nada:

– ¿Llevas la chaqueta?

– Nooo

– ¿Cómo que no? ¿Por qué no? ¡Que estamos en noviembre, hombre!

– Si, en noviembre, y a 24 grados.

– Pues ahora es cuando vienen los resfriados, ya verás, ya…

– Ya veré, sí. Ta luegoooo.

Total, que como siempre, ni caso. Y los puñeteros no se constipan, con lo cual no me queda la satisfacción de decir: “Os lo avisé”. Mi única satisfacción diaria en tiempo de frío, es hacerme con gran parte de la manta, a base de ir tirando, tirando.

Y a fuerza de tirar de la manta, vamos comprobando que en España hay más sinvergüenzas que aceitunas.

Enumerarlos es misión imposible, como la película de Bryan de Palma, eso sí, están muy bien repartidos, no hay comunidad autónoma en la que no cuenten con su puñado, es más, parece que se reproducen por esporas, como los esclatasang.

Pocos pueden presumir de no contar con un sinvergüenza entre los suyos. Políticos, banqueros, empresarios, sindicalistas, ejecutivos, funcionarios… Por venderse, se venden hasta por un cable óptico valorado en apenas 14,61 euros y por un puñado de Viagras… ¡pobres!.

Todos me producen náuseas, los del cable y los de las tarjetas opacas. Los de los cursos de formación y los Pujol al completo, los socialistas que saquearon Andalucía y los populares que hicieron lo mismo con Valencia. Pero uno de los casos me ha llegado al alma; el de Pedro Farré, responsable de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Que ha gastado 40.000 euros en prostíbulos.
Para mí hay pocas cosas tan sagradas como la música, la simple sospecha de que sus tardes-noches de farra fueran amenizadas por alguna de las canciones que amo, hace que ni la manta más cálida me quite el frío.

Pienso en Imagine, considerada como una de las mejores canciones de todos los tiempos, que el propio Lennon definió como “antirreligiosa, antinacionalista, anticonvencional y anticapitalista, pero aceptada por su dulzura”, y se me remueven los higadillos.

Porque las putas son merecedoras de escuchar Imagine, desde luego, pero los hijos de puta, ¡no!

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