Todos somos más mayores

Cada día que pasa tengo menos ganas de escribir. Este cansancio, o impotencia, posiblemente haya que buscarlo en el estado mental al que estamos sometidos aquellas personas que leemos prensa, vemos los telediarios e incluso tratamos de seguir algunas tertulias televisivas. La culpa es de los políticos, la mayoría de los cuales, además de sectarios, parece que han perdido el sentido común pero la realidad es que me han dejado sin ganas de sentarme ante el ordenador para cumplir un trabajo que llevo haciendo regularmente en El Nostre, y muchos años antes, por obligación y también por devoción, en el inolvidable CIUDAD.

Es igual que selecciones tus lecturas periodísticas o los programas televisivos, todos los días acabo apagando el televisor o cambiando de canal y en cuanto a la prensa la leo en un santiamén porque muchas informaciones ya no me interesan. Tanto los tertulianos como la prensa escrita –leer periódicos a través de Internet debería contemplarse como delito en el Código Penal- tocan todos el mismo tema. (Tengo que confesar que en no pocas ocasiones, a la vista de alguna tertulia deseo fortísimamente que la guillotina existiera, y funcionara a destajo, en España).

Es igual que mires fuera que dentro. Todo lo veo mal. Por ejemplo Alcoy, una ciudad de larga tradición sindical, rebelde y antaño hasta revolucionaria, que lleva más de treinta años perdiendo fábricas y habitantes y tiene muchos miles de desempleados, parece que se ha vuelto un pueblo conservador aunque no se sabe muy bien qué trata de conservar. Repasando el otro día la relación de empresarios o industriales de primera línea que desfilaron por aquella sección que se publicó en el periódico CIUDAD hace la friolera de cuarenta y cuatro años, nada menos que ¡treinta y siete! empresas textiles, metalúrgicas o papeleras, algunas de ellas con elevadas nóminas de trabajadores, han desaparecido para siempre. Y aquí no ha pasado nada. (Para conocer una gran manifestación pública por la desaparición de una empresa alcoyana hay que remontarse al mes de febrero de 1908, cuando todo Alcoy salió a la calle para protestar por el anuncio de cierre de las fábricas de cerillas).

Pero el presunto conformismo alcoyano ya se manifiesta hasta en las cuestiones públicas. Quienes gobiernan o gobernaron nos dieron por delante y por detrás y aquí callamos y tragamos. Si acaso algún articulito en prensa o declaración en la radio para justificarse y hasta la otra. Así llevamos en este pueblo un montón de años. En tiempos pretéritos los desmanes del Teatro Calderón, el parquing de la Rosaleda y los nonatos juzgados de la Plaza de la Mare de Deu habría provocado un levantamiento popular. Lo que ha ocurrido en estos tres asuntos clama al cielo pero aquí no ha pasado nada. Este pueblo se ha hecho muy mayor.

Lamentablemente, lo que pasa aquí también ocurre en España. Cualquiera que tenga ojos y oídos, puede darse cuenta que cientos de españoles que han robado a la Hacienda Pública pasean tan panchos por la calle, algunos de ellos incluso ostentado altos cargos públicos, políticos que pusieron la mano o han estado cobrando sustanciosos sobres llenos de dinero procedente de “regalitos” o “mordidas”. Ni siquiera tuvieron la decencia de dimitir; sólo están en la cárcel los contables. Y el pueblo aguanta, ni siquiera le queda el recurso de las protestas públicas porque el gobierno del PP, con su mayoría, ya se ha encargado de convertirlas en delito.

A los corruptos les viene de perlas el desafío que han organizado los catalanes con su independencia así el pueblo se distrae y olvida otros asuntos. Mientras, los políticos pontifican para decir siempre lo mismo, prometen aquello que saben, o deberían saber que no podrán cumplir y no pocos se eternizan en los sillones –llevamos años y años viendo a muchos caretos que viven de la política-, la gente cada día está más pasiva, como conformada con su suerte que poco a poco, por mucho que trate de engañarnos ese nefasto político que preside el gobierno español, es peor para millones de ciudadanos.

Así es que cada vez tengo menos ganas de escribir. También me estoy haciendo muy mayor.

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